El filósofo francés Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) declaró que el propio cuerpo no es sólo un objeto de estudio, sino también una condición de la experiencia, una permanente apertura al mundo y sus manifestaciones. La filosofía fenomenológica de Merleau-Ponty ubica a la percepción en el centro de la experiencia humana, otorgándole una dimensión activa y constitutiva en la adquisición del conocimiento. En consonancia con esta línea de pensamiento, muchos artistas contemporáneos se han volcado a estimular experiencias extraordinarias de diversa naturaleza con su trabajo.

Erlich nos presenta una disposición de espacios a modo de rompecabezas donde puertas cerradas abren la promesa de otro lado - que no existe -, donde las mirillas muestran lo imposible y donde los espejos no devuelven una imagen porque las habitaciones están invertidas para producir la ilusión del reflejo. La técnica de Leandro se acerca más al teatro - ya que toma prestado elementos de la escenografía - que a las
artes visuales. Quizás es por ello que sus obras nos transforman en activos participantes del drama de nuestro propio desconcierto, donde él actúa como director.

Uno de estos recursos es la ilusión óptica, utilizada por los artistas durante siglos. Holbein nos regaló un ejemplo de percepción distorsionada con la inclusión de una anamorfosis en su maravillosa obra Los Embajadores.

En otra casa, de otro Embajador, en 2006, Erlich expone Toilette, un baño que nos invita a entrar sólo para asegurarnos que lo que vemos no está verdaderamente allí. Al darnos cuenta que se ha jugado una broma a nuestros sentidos, nos invade una sensación de maravilla y excitación. Se ha manipulado la experiencia y nuestra idea de lo que creimos realidad termina estallando en una carcajada sonora.